Maurice Duverger (1917-2014)
In Memoriam

Maurice Duverger (1917-2014)
In Memoriam 

Por Walter F. Carnota  

 A fines del año pasado, fallecía en Francia Maurice Duverger, reconocido politólogo y constitucionalista del país galo, quien dominó el escenario académico de estas disciplinas durante gran parte de la anterior centuria y comienzos de la actual.

 Duverger participó, aunque a su manera y en sus términos, de la escuela del “derecho constitucional y de las instituciones políticas” que se desató en Francia con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Esa impronta revolucionó los estudios constitucionales en el continente, que acusaban una fuerte impronta, ya formalista por el influjo alemán, o una vertiente institucionalista debida a Hauriou en la propia Francia.

Junto con Prélot, Burdeau y otros precursores de esta nueva veta, Duverger hizo virar el eje del objeto constitucional. Las instituciones políticas ocuparían ahora el centro de la escena. Además de interesar al estudioso el análisis de las estructuras como la presidencia o el Parlamento, interesaba también el “proceso” que se desarrollaba detrás de esos confines. El objeto constitucional adquiría de esa manera otro vuelo y dimensión, para relacionarse estrechamente con la ciencia política (que estaba siendo cambiada de cuajo por el conductismo en los Estados Unidos) y en menor medida con otras ramas científicas como la sociología y la economía. El constitucionalista no sólo se confinaba a ser un gran jurista; ahora era un “sociólogo constitucional”, atento a una diversidad de fenómenos que ampliaban notablemente la agenda de tópicos a examinar. El liderazgo, las actitudes políticas, el creciente rol de los partidos políticos y de los grupos de presión, emergían entre otros como nuevos temas que iluminaban a la investigación de la normativa institucional.

Entre todos los expertos franceses de post-guerra, Duverger era el más “sociologizante” de todos. No sólo escribió un libro especialmente dedicado a la “Sociología Política”. También invertía los términos de la ecuación: su obra clásica se llamó “Instituciones Políticas y Derecho Constitucional”, verdadera heterodoxia para los abordajes más clásicos y jurídicos de la materia.

 Así, los matices sociológicos trazaban significativas pinceladas en sus estudios comparativos. Estados Unidos, por ejemplo, mostraba una “común aceptación al liberalismo”, lo cual podría asombrar a un norteamericano pero ciertamente no a un europeo, acostumbrado a debates ideológicos mucho más recargados y a formas políticas oscilantes entre la monarquía y la república hasta relativamente no hace tanto tiempo.

Por su parte, la monarquía británica ejercía un rol “psico-social” relevante, observación no menor en el apogeo, crisis y posterior estabilidad de la casa de Windsor en las últimas décadas, y que resulta de interés para otras situaciones en Europa, como la que se está dando en este momento en España, que ha estrenado Rey con Felipe VI a mediados de 2014 en medio de fuertes críticas a la Corona.

Como nadie, Duverger estudió a los partidos políticos, formaciones a las que también dedicó un libro específico. Centralmente, le preocupó la correlación entre los partidos políticos y los sistemas electorales, verdadera “terra incognita” hasta que se dedicó a esa temática.

 Definió por primera vez al extraño sistema político francés pergeñado por Charles De Gaulle con la V República como “semi-presidencial”, denotando la presencia relevante de la presidencia acompañada con brochazos de parlamentarismo (existencia de primer ministro, confianza legislativa, etc.).

 El comparativismo, y en especial ese campo intangible que podemos denominar “sociología constitucional” a falta de una mejor carta de presentación, le debe mucho a este científico francés, dueño de una prosa clara y de una metodología impecable, a la que también destinó una obra. Es que los juristas solemos perdernos en las abstracciones que nos suministran las formas y nos cuesta sustentar con base empírica las conclusiones de nuestras indagaciones.

 Hubo temáticas menos conocidas que abordó con igual seriedad y compromiso por la verdad, como la hacienda pública o la integración europea. Llegó incluso a ser miembro del Parlamento Europeo con sede en Estrasburgo (no por Francia, sino por Italia, cosas de un espacio integrado).

 Su legado político-constitucional esta allí, en sus obras imperecederas, para disfrute de quienes resulten ser sus continuadores.